domingo, 13 de septiembre de 2009

La fe y las obras

Hoy en misa (si llegás a ir, claro) vas a poder escuchar este cachito de la epístola de Santiago.

Epístola de Santiago 2,14-18.
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman", y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: "Uno tiene la fe y otro, las obras". A ese habría que responderle: "Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe"

Al ller esto, me pregunto si yo estoy haciendo lo suficiente, si mi vida está de acuerdo con lo que creo, y me doy cuenta de que no es así, no del todo. Mi fe puede ser muy grande, pero me falta aún más, porque no hago todo lo que podría hacer por los demás. Siempre hay algo que se puede hacer, un poco más. Por ejemplo, este fin de semana es la colecta nacional de cáritas "más por menos". Yo voy a dar algo, pero sé que lo que doy, aunque es bastante, es ínfimo en comparación con lo que podría dar. Porque "dar" no es sólo dar dinero. Hay gente que está muy sola, y necesita compañía. Hay tanta gente realmente sola en este mundo, que no tiene hermanos, ni hermanas, ni hijos, ni ningún familiar a quien ame... Te sorprendería la cantidad de gente que está sola. El otro día, hace dos semanas más o menos, me encontré en el subte con un hombre que tendría tal vez cerca de 60 años, que se puso a hablar conmigo mientras esperábamos que el subte se despueble un poco, porque yo, estando embarazada, no podía meterme en ese vagón transportador de sardinas humanas que es el subte en hora pico, y él, habiendo encontrado a alguien con quien hablar, supongo que quiso prolongarlo un rato. Era un hombre muy amable, y tan, pero tan solo... me partió el corazón. Porque en un momento de la charla, me dijo "Yo tampoco tengo apuro, señora; no tengo a nadie que me espere en casa". Y pensé en todas las largas horas que le esperaban, solo, hasta que volviera a encontrarse con alguien al dái siguiente en el trabajo. Y me hubiera gustado hacer más por él, ser más que amable y escucharlo y compartir más de 15 minutos, pero ¿cómo se hace eso? ¿Cómo se concreta, sin parecer una loca y sin arriesgar la propia seguridad? Si yo hubiera tenido más fe, algo se me habría ocurrido. Si realmente lo hubiera querido. Pero me quedé en el medio, ni chicha ni limonada. Y no te puedo decir que no recé por ese hombre, pero sé que ese hombre merece de mí mucho más que una oración. ¿Se entiende?

A mí me gustaría que me trates de explicar en qué creés vos, si creés en Jesús, si te parece que él pudo haber sido el Hijo de Dios, el Mesías, ése que fue enviado para salvarnos.