sábado, 12 de septiembre de 2009

Evangelio según San Lucas 6, 27-38.

Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".

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Creo que lo que más me gusta de este pasaje del Evangelio es la frase donde dice "les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante". A mí me habla de que Dios es todo lo que podemos pedir, que es lo que nos llena.

Después, cuando leo "Den, y se les dará", pienso en que realmente, estamos en este mundo para dar. Para dar amor, para dar conocimiento y verdad, y belleza. Pero tenemos que dar más de lo que esperamos, incluso dar sin esperar nada a cambio, y también a quienes nos maltratan.

Pero no quiero hablarte de más. Tenés el Evangelio que por sí mismo, vale más que cualquiera de las palabras que yo te podría decir. Igualmente, te voy a confesar que la idea de dar la otra mejilla es bastante difícil de lograr, pero eso no quiere decir que no sea cierta. Es que si te lo ponés a pensar, el mal que un hombre hace daña a sus semejantes, pero más lo daña a él mismo. Es como si se fuera arrugando por dentro, pudriendo. Podés pensar en cualquier persona que lastima a los demás, no necesariamente un asesino. Puede ser la mujer que tiene envidia de otra, o el empresario avaro que quiere ganar más dinero y lo hace siempre a costa de sus empleados. Y si te lo ponés a pensar, en realidad, las personas que más sufren, las más infelices son las que hacen daño a las otras. Así que por eso Dios nos pide de poner la otra mejilla, porque cuando uno obra por venganza, después queda marcado por el mal.

Más grande que la venganza es la justicia, pero aun más grande que la justicia es la misericordia. El perdón. La persona que no guarda rencores, que es positiva, es más feliz y está más cerca de Dios.